lunes, 23 de enero de 2012

Oriente en Occidente: Baños árabes


ORIENTE EN OCCIDENTE

Para quienes hemos tenido el privilegio de ser guías en Oriente Próximo y regresamos como guías o simplemente paseantes a Valencia las cosas de la ciudad nos despiertan remembranzas y resonancias comunes, como de acordes de músicas conocidas.

Voy a presentar un caso a nuestros lectores.
Paseando por Damasco, durante el tiempo de compras del grupo, me dediqué a deambular una tarde por elel zoco de la seda o khan el harir y me detuve a las puertas del Hammam Nour Ed-Din, del siglo XII, todavía en funcionamiento. Me recreé en su vestíbulo en forma de patio cuadrado andaluz, los hombres tomaban el té, un refresco, café turco o fumaban la shisha o pipa de humo.


Me desvestí y cubierto con una sencilla toalla blanca fui recreándome en las distintas salas. La sala caliente de donde se tomaba el agua casi hirviendo con un cazo y se la tiraba uno sobre el cuerpo, la sala templada donde recibí un masaje exfoliante por un especialista del complejo que, no sin algún rasguño, me dejó la piel tersa y suave como la de un niño, y la sala fría donde recibí un masaje contundente pero relajante por el encargado que me daba conversación en un árabe harto difícil para mis conocimiento. Algunos de los hombres conversaban entre sí de sus negocios mientras otros se concentraban ensimismados en una limpieza profunda de su cuerpo para una fiesta o evento de fin de semana.
Como guía de Valencia suelo llevar a los grupos pequeños a los llamados “baños árabes” de la ciudad o baños del almirante. De edificación cristiana, fueron concedidos por Jaime I en 1313 Pere de Vilarrasa. Con su vestíbulo cuadrangular, se nos da paso a la sala fría, con la tina para la reserva de agua fría, el cuarto donde se alquilaban las esponjas, toallas, zuecos, jabones y otros utensilios. Y la letrina.

La sala templada es la mejor iluminada por tres cupulillas y sus arcos de herradura. Y la sala caliente donde se caminaba con zuecos y se recogía agua con cazos o peroles de la pileta. 


El guía nos cuenta que era un lugar de socialización, como en la Damasco que visité. Las bóvedas de argamasa dejan filtrar la luz a través de sus estrellas islámicas de ocho puntas. Ahora cubiertas por cristal traslucido, en su origen lo fueron por vidrios multicolores. Qué efecto el del agua caliente, templada, fría, con el vapor difuminado por unos vidrios irisados en tonalidades rosáceas y violetas. Un festín poco conocido para los sentidos.
José-Vicente Niclós