lunes, 16 de julio de 2012

Curiosidades de la Lonja de Valencia


La ruta de la seda II:
Curiosidades de la Lonja de la Seda


El fantasma de Guillem de Cervera, biznieto del caballero venido de Lleida para la conquista en 1238, conocío la construcción de este monumento registrado en el catálogo de la Unesco y nos guía para conocer sus curiosidades esculpidas en la piedra.
Nuestro gótico, como todos, tiene tres niveles jerárquicos, nos dice. El más alto corresponde al nivel mayor, y representa el cielo: los ángeles, María, la Cruz, las estrellas o la Jerusalén del cielo. A continuación viene el escudo de la ciudad o del reino, que representa la bendición de la vida ciudadana y su dedicación al trabajo gracias a la energía libre que le llega desde arriba. Finalmente viene el nivel mundano con sus tentaciones, peligros y engaños. que nos quieren desviar de la senda ascendente”


Siguiendo la indicación de Guilem, recorro con la vista la portada de la fachada principal de la Lonja y me detengo en el escudo del Reino de Aragón, junto con dos escudos de la ciudad sobre las ventanas laterales. Forman el triángulo de la vida comercial y burguesa. El escudo de Aragón presenta la curiosidad de venir coronado de un yelmo de reja con barras, en cuyo interior se halló esculpida una cara, posiblemente la del mismo rey que tanto amaba la ciudad de Valencia, Alfonso V el Magnánimo.

                             
A continuación, en el tímpano, se hallaba una imagen de la Virgen de los mercaderes. Y bajamos ya al nivel de la vida cotidiana, con escenas de brujería en el parteluz, y de diversos pecados en las arquivoltas,como las del hombre con una maza simbolizando la ira, dos cuerpos invertidos abrazados como emblema de la lujuria, un hombre peludo que representa el instinto primitivo o animales como los perros, el jabalí o el caracol que significan la crueldad o la pereza.

                           Escena de brujería bajo la que fue Virgen de                 los      Mercaderes

Si pasamos al interior, en la sala de contratación, nos llama la atención las columnas torcidas que forman en la parte superior un bosque de palmeras con el escudo de Aragón en la clave de bóveda central. Guillen nos explica de nuevo su simbolismo:


  “Se trata de nuevo de la representación de la Jerusalén celeste. La    bóveda estuvo pintada originariamente de color azul oscuro con estrellas, y las columnas en un verde y rojo para recordar la palmera como árbol de la vida, que representa el alma en la tradición oriental. El friso en letras doradas que recorre las paredes proclama en su latín renacentista algo así: “detente visitante y considera que soy una casa ilustre construida en diez años, hago el elogio del buen comerciante que irá al cielo y tendrá buena fama en la tierra, en cambio al comerciante malvado le espera el infierno y permanente tiniebla en el mundo presente”.
Tras oír esta descripción de Guillem no puedo evitar echar un vistazo a la pequeña puerta protegida por un balcón de hierro que da paso a la escalera helicoidal que subía al torreón central. Allí, como en la novela del Conde de Montecristo, gemían y pagaban sus penas los comerciantes que defraudaron la confianza depositada en ellos. No puedo evitar la tentación de pensar en la crisis de confianza de nuestra vida pública presente y sueño con guiar alguna que otra vez algun personaje corrupto de nuestros días  e invitarle a subir por la escalera a "una suite de cinco estrellas con champán y música preparadas y vistas al mercado",para que medite unos meses a oscuras y en silencio.    
En la puerta que da al jardín de los naranjos llama la atención la presencia en sus arcos góticos de centauros tocando instrumentos sonoros como címbalos y flautas. No debería sorprendernos si imaginamos que el jardín era el lugar de la música, el esparcimiento y la comida al cerrar un buen negocio tras arduas negociaciones. Una especie de tea-break o celebración de evento al aire libre. Y de nuevo me comenta Guillem el simbolismo del jardín:

"Piense usted, caballero, que en el jardín se representa el modelo de la casa mediterránea, inspirada en nuestros enemigos de entonces, los árabes, de los que tomamos muchos elementos culturales. ¿Qué elementos-dígame- habría de tener el paraíso musulman según usted? Callo desconcertado. En primer lugar-insiste- el rumor del agua, es importante para la gente del desierto. Y miro la fuente de ocho puntas típica de la imaginería musulmana. Esta fuente, añade, la encontrará usted en tantas casas de Andalucía en el patio central, recubiertas de azulejos de vivos colores”. Y claro, lo recuerdo de mis viajes. El siguiente elemento es la sombra, para un hombre que vive en un país caluroso, y para eso están esos preciosos naranjos. Y finalmente, el perfume que aroma el aire en la brisa de la tarde, lo que nos proporciona la flor del azahar.”
Medito en estas sabias palabras de Guillén mientras mi vista se pasea por una puerta disimulada tras la escalera monumental que lleva al piso superior. Me deslizo sin ser visto y desciendo las escaleras. Esto me sigue comentando eran las caballerizas, el “parking” de la época donde se instalaban los vehículos, jamelgos, rocines, caballos de raza árabe, de todas las marcas y colores. Y aquí se  cuenta la leyenda de la hija de Muley Raffat, señor del antiguo palacio, cuya hija se aterrorizó por la presencia de un espantoso dragón de piel viscosa que partió de una cloaca. La acequia de Rovella pasaba por delante del palacio. Un sirviente enamorado de la doncella se deshizo con su valiente brazo de la horribble fiera y, si bien no consiguió la mano de la noble joven, recibió el eterno agradecimiento de su sonrisa. Y así en la fachada se puede ver aún la cabeza de este monstruo o Leviatán que se come una ménsula, la tabla de madera que el joven doncel clavó entre sus espantosas fauces. El dragón, con nosotros los cristianos, pasó así representar el poder musulmán, como símbolo del Leviatán, la fiera que amenaza al imperio militar de occidente o el mal comercio que destruye la convivencia. Por ello se hallan dragones por todas las ménsulas y arquivoltas, devorando los árboles y la vegetación que simboliza la vida.
Finalmente subimos al piso superior del Consulado del Mar, a esa sección italianizante, que contrasta ´con el gótico de la sala de contratación. Allí admiramos el artesonado rescatado del ayuntamiento medieval de Valencia, situado antes en la Plaza de la Virgen. Me comenta Guillem: “En los ángulos, las profetisas, profetas y sabios dan un buen consejo a la ciudad durante el año legislativo, en el centro se representa su vida cotidiana, de trabajos, oficios, y diversiones, con guerreros luchando, músicos salmodiando, animales saltando, plantas floreciendo a la sombra de los principales escudos heráldicos de la ciudad”.
Abandonamos la Lonja,  en nuestra mente el aroma fresco del azahar impreso y en nuestra imaginación la mezcla de las virtudes del apasionado caballero luchador del gótico Don Guillem con las del ponderado comerciante florentino del Renacimiento, en relación con los Medici.
José-Vicente Niclós

lunes, 2 de julio de 2012

Patrimonio histórico y turístico de Valencia



    Laudas romanas de Valencia en honor de la amistad: rutas guiadas de acercamiento al patrimonio turístico valenciano

Valencia fue fundada el 138 a.C tras las victorias de las segundas guerras púnicas contra Anibal y las de pacificación de la península Ibérica contra Viriato.
La ciudad fue desolada durante las guerras sertorianas por Pompeyo el 75 a.C.
Durante la República la ciudad del Turia no fue municipio ni colonia romana y tuvo un plano urbano irregular. Con el Imperio al contingente de veteres (antiguos pobladores del centro y sur de Italia) se unen los veterani (nuevos licenciados). Se construye el foro, el circo, la termas, el mercado y los depósitos de grano. Fueron soldados veteres los que fundaron Valencia junto con Veterani posteriores en los tiempos del Imperio. Ambos representados en las dos Curias o asambleas del ayuntamiento.
Los soldados romanos se licenciaban tras unos 12 años (pretorianos), 16 (legionarios) o 25 (auxiliares) de servicio, los dos primeros recibían siempre tierras para su cultivo.
En Valencia el sistema de canalización de las 8 grandes acequias fue iniciado por los soldados romanos y perfeccionado por los árabes
 
¿Dónde vivían?
Según el plano adjunto se comenzó la planificación urbana de Valencia en insulas y las villas se situaban hacia el puerto fluvial, en la salida norte de la vía augusta. 

Al suroeste se localizaron los cementerios, en la posterior Boatella junto a la Lonja, Ruzafa y las áreas de la Vía Augusta en el inicio de san Vicente Mártir.

El plano de la casa representa la la domus o casa familiar, con un atrio central a cuyo alrededor se hallan las estancias, con el impluvium al centro para recoger la lluvia. Las más señoriales venían decoradas con pavimento de mosaico.

 
¿Cómo vivían?
Del cultivo de la tierra, en nuestra fértil huerta, al norte y sur de la ciudad, y empleando su tiempo libre en el foro donde se discutía, como hoy, de política entre los populares y los senatoriales. 

En las termas se preparaban para el relax y las fiestas con los amigos, se hablaba de la belleza y el amor, y el circus junto a santo Tomás, representaba su fórmula 1 de la época, para las grandes fiestas del calendario.



 Sabemos además que a los romanos les preocupaba mucho la amistad, como también a los griegos. Y el partir del amigo les dejaba una honda huella en el alma, lo que les movía a escribir poesías en su honor, sobre todo cuando habían compartido juntos el peligro en campaña, como refleja ésta del poeta latino Horacio:.







Septimio, tú que irás conmigo a Gades
y
a Cantabria, rebeldes para aceptar nuestro yugo
y a las bárbaras S
irtes
donde hierve sin tregua el mar de Mauritania...
(Horacio, Carmina II, 6 ) Algunas veces cuando el destino los forzaba a separarse durante un tiempo, como al mismo Horacio de Pompeyo Varo:

¡
Oh tú tan a menudo expuesto conmigo al más extremo peligro
cuando era Bruto el jefe del ejército!
¿Quién te ha
devuelto como ciudadano
a los dioses patrios y al cielo
ítalo?
Oh Pompeyo, el primero de mis amigos,
con quién
frecuentemente acorté con vino los lentos días,
ceñidos por una corona mis cabellos...
Ofrece, por tanto el obligado sacrificio a Júpiter
y reposa bajo mi laurel
tus miembros cansados por la larga campaña...
Me es dulce enloquecer por un amigo recobrado
.
(Horacio, Cármina, II, 7).

Otras veces el destino los forzaba a separarse para siempre. Entonces escribían sobre lápidas laudatorias a la impronta perenne que dejó su amistad, para que siguieran apreciándola sus hijos y así hasta nuestras generaciones:
Son tres las lápidas de este tipo que se encuentran en Valencia. Yo paso a menudo por la que se halla al comienzo de la Calle Vidal.

En la fachada posterior del Hotel Inglés podemos observar aún una de estas lápidas dedicatorias, cuyo contenido debemos de imaginar, pero en la que late con fuerza una palabra entrañable en todas las lenguas Amico. Caius Riccius la dedica a Quinto Junio, con esta palabra lacónica de amigo
 
¿Se trata de un Quinto caído en combate contra los íberos? ¿O enfermo en la palúdica Valencia? Nos complace más imaginarnos a dos amigos, Cayo y Quinto, que compartieron el servicio militar en Valencia, con sus terribles fatigas, pero también las alegrías de la noche de Valencia, con sus juegos, cantos y bebidas equivalentes a nuestra actual “agua de Valencia”. De pronto una carta del Emperador le llega desprevenida. Intuimos que el semblante de Quinto se entristece cuando le dice a Cayo. “Debo partir para Germania, donde los fríos y mayores peligros de la frontera me esperan”.
La lápida se encontró durante siglos en un ángulo de una casa que servía de fonda para diligencias. También muy cerca, en el Palacio del Marqués de Dos Aguas, se encontró una lápida a mediados del XVIII que dedica la desconsolada esposa Julia Coimotho a su marido, muerto a la joven edad de los 29 años. La lápida fue copiada por algún erudito, pero la ofrenda de amor en piedra desapareció tras algunos años. ¿Conservaremos así siempre las cosas, oh valencianos? Nuestros barrios, nuestras casas, nuestros jardines. !Ay, amemos y conservémoslos!