Laudas romanas de Valencia en honor
de la amistad: rutas guiadas de acercamiento al patrimonio turístico
valenciano
Valencia fue
fundada el 138 a.C tras las victorias de las segundas guerras
púnicas contra Anibal y las de pacificación de la península Ibérica contra Viriato.
La
ciudad fue desolada durante las guerras sertorianas por Pompeyo el 75
a.C.
Durante la República la ciudad del Turia no fue municipio ni colonia
romana y tuvo un plano urbano irregular. Con el Imperio al
contingente de veteres (antiguos
pobladores del centro y sur de Italia) se unen los veterani
(nuevos licenciados). Se construye el foro, el circo, la termas, el mercado y los
depósitos de grano. Fueron soldados veteres los
que fundaron Valencia junto con Veterani
posteriores en los tiempos del Imperio. Ambos representados en las
dos Curias o asambleas del ayuntamiento.
Los
soldados romanos se licenciaban tras
unos 12 años (pretorianos), 16 (legionarios) o 25 (auxiliares) de servicio, los
dos primeros recibían siempre tierras para su cultivo.
En Valencia el sistema de canalización de las 8 grandes acequias fue
iniciado por los soldados romanos y perfeccionado por los árabes
Según
el plano adjunto se comenzó la planificación urbana de Valencia en
insulas y las villas
se situaban hacia el puerto fluvial,
en la salida norte
de la vía augusta.
Al suroeste se localizaron los cementerios, en la posterior Boatella
junto a la Lonja, Ruzafa y las áreas de la Vía Augusta en el inicio
de san Vicente Mártir.
El plano
de la casa representa la la
domus o
casa familiar, con un atrio
central a cuyo
alrededor se hallan las estancias,
con el impluvium al
centro para recoger la lluvia. Las
más señoriales venían decoradas
con pavimento de mosaico.
¿Cómo vivían?
Del
cultivo de la tierra, en nuestra fértil huerta, al
norte y sur de la ciudad, y empleando su
tiempo libre en el foro donde
se discutía, como hoy, de
política entre los populares y los senatoriales.
En las termas se
preparaban para el relax y
las fiestas con los amigos, se
hablaba de la
belleza y el amor, y el
circus junto
a santo Tomás, representaba
su fórmula 1 de la época,
para las grandes fiestas del
calendario.
Sabemos además que a los romanos les preocupaba mucho la
amistad, como también a los griegos. Y el partir del amigo les
dejaba una honda
huella en el alma, lo que les movía a escribir poesías en su honor,
sobre todo cuando habían
compartido juntos el peligro
en campaña,
como refleja ésta del poeta
latino Horacio:.
Septimio, tú que irás conmigo a Gades
y a Cantabria, rebeldes para aceptar nuestro yugo
y a las bárbaras Sirtes
donde hierve sin tregua el mar de Mauritania...
(Horacio, Carmina II, 6 ) Algunas veces cuando
el destino los forzaba a separarse durante un tiempo, como al mismo Horacio
de Pompeyo Varo:
¡Oh tú tan a menudo expuesto conmigo al más extremo peligro
cuando era Bruto el jefe del ejército!
¿Quién te ha devuelto como ciudadano
a los dioses patrios y al cielo ítalo?
Oh Pompeyo, el primero de mis amigos,
con quién frecuentemente acorté con vino los lentos días,
ceñidos por una corona mis cabellos...
Ofrece, por tanto el obligado sacrificio a Júpiter
y reposa bajo mi laurel
tus miembros cansados por la larga campaña...
Me es dulce enloquecer por un amigo recobrado.
(Horacio, Cármina, II, 7).
Otras veces el
destino los forzaba a separarse para siempre. Entonces escribían
sobre lápidas laudatorias a la impronta perenne que dejó su amistad,
para que siguieran apreciándola sus hijos y así hasta nuestras
generaciones:
Son tres las
lápidas de este tipo que se encuentran en Valencia. Yo paso a menudo
por la que se halla al comienzo de la Calle Vidal.
En la
fachada posterior del Hotel
Inglés podemos observar aún
una de estas lápidas dedicatorias, cuyo contenido debemos de
imaginar, pero en la que late con fuerza una palabra entrañable en
todas las lenguas Amico.
Caius Riccius la dedica a Quinto Junio, con esta palabra lacónica
de amigo.
¿Se
trata de un
Quinto caído en combate contra los íberos? ¿O
enfermo
en la palúdica Valencia? Nos complace más imaginarnos a dos amigos,
Cayo y Quinto, que compartieron el servicio militar en Valencia, con
sus terribles
fatigas,
pero también las alegrías de la noche de Valencia, con sus juegos,
cantos y bebidas equivalentes
a nuestra actual
“agua de Valencia”. De pronto una carta del Emperador le
llega desprevenida.
Intuimos
que
el
semblante de Quinto se entristece cuando
le dice a
Cayo.
“Debo partir para Germania, donde los fríos y mayores
peligros
de la frontera me esperan”.
La
lápida
se encontró durante siglos en un ángulo de una casa que servía de
fonda para diligencias. También
muy
cerca, en el Palacio del Marqués de Dos Aguas, se encontró una
lápida a mediados del XVIII que dedica la desconsolada esposa Julia
Coimotho a su marido,
muerto a la joven edad de los
29 años. La
lápida fue copiada por algún
erudito, pero la ofrenda de amor en piedra desapareció
tras algunos años. ¿Conservaremos así siempre las cosas, oh
valencianos? Nuestros barrios, nuestras casas, nuestros jardines.
!Ay, amemos
y
conservémoslos!
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