Salir de Valencia en bici hacia el
parque de la Albufera representa en cierto modo recuperar el paisaje de la infancia
y también de nuestro pueblo, ligado al agua, los pantanos y los
lagos y la irrigación.
Dejamos de lado la futurista
arquitectura de la ciudad de las Artes para retroceder siglos en la
historia. Tres alquerías en torno a un patio común nada más dejar
la ciudad nos recuerda la perspectiva de la gran familia o clanes
hebreos o árabes que comparten lo esencial.
El punto de observación de Pinedo nos
permite considerar la naturaleza del paisaje, hacia el interior los
campos maduros de arroz y y a la derecha el verde
mar de septiembre, con los cargados barcos como camellos a la espera
de soltar su carga en el puerto.
de soltar su carga en el puerto.
Llegamos a la playa de El Saler donde nos adentramos en un bosque que conjuga las depresiones salinas de antiguos humedales con los pinos centenarios envueltos en mantos de madreselva.
Más allá, la gola de El Saler abre y
cierra sus compuertas, como un gigante agitase sus gesticulantes brazos, para
graduar el nivel de agua de los campos de arroz que rodean al lago.
Las bicicletas exhaustas después de 15
kilómetros parecen querer darse un chapuzón, como sus entusiasmados
dueños.
La perspectiva aérea desde el
apartamento de una amiga nos permite conjugar la perspectiva marítima
con la de los campos de arroz y sus motores en fila, como
pacientes vigías.
Finalmente, la puesta de sol en la
perspectiva de occidental del lago
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