El oceanográfico de Valencia cuenta
con dos blancas ballenas beluga en su acuario del Ártico con forma
de iglú de Laponia. Se llaman Yulka y Jairo.
El nombre de beluga deriva del vocablo
ruso byelukha, que quiere decir blanco. Según “ecologistas
en acción” entre 1999 y el el 2003 llegaron al oceanográfico
estos dos belugas, Yulka y Kairo procedentes del acuario del “mar
del Plata” y a su vez de Mosću, donde se encontraban en un centro
de investigación.
Las belugas miden hasta cinco metros y
pesan 900 kilos, tienen una cabeza graciosa y flexible, con una
frente o “melón” arrugado sobre unos ojos de mirada inteligente,
el torso sin aleta dorsal y una natación elegante, muchas veces de
espaldas, mientras emiten variedad de sonidos acústicos.
La cabeza es la anatomía más
estudiada de las belugas por su peculiar forma de comunicarse, con
silbidos gañidos, chirridos, gorjeos y chasquidos, hasta 32 tipos
de sonidos. Algunos son de galanteo, como suaves susurros, otros de
enfado con chasquidos de la mandíbula y paladar. El biólogo Manuel
Castellote explica este sistema de comunicación a la vez que su
utilidad para pescar hasta 400 metros de profundidad al pasarse más
20 minutos sumergidas. La emisión de sonidos se facilita por la
capacidad de girar el cuello unos 90º y la audición es aún más
peculiar pues al carecer de oídos externos es la mandibular la que
trasmite las vibraciones del sonido al oído interno que las
descifra.(“Qué nos dicen las
belugas”: Ideal.es, 15-11-2008)
Detectores de sonidos han sido
desplegados en Alaska y Noruega para profundizar en el lenguaje de
estas belugas. Pero, ¿tienen sentimientos y emociones cognitivas?
Si nos trasladamos al noroeste de Rusia, al menos saber apreciar la belleza y la danza de un cuerpo de mujer que se sumerge en apnea hacia las heladas heladas aguas del Mar Blanco. Allí, Natalia Avseenko se sumergió por primera vez para bailar con las belugas, en abril de 2011. ¿Responderían airadas o amistosas? La primera vez se sumergió “en húmedo” es decir en un traje que deja filtrar agua helada, rápidamente adaptada a la temperatura del cuerpo. La segunda vez sin traje, vestida de “Eva” con su pareja de amigas, macho y hembra, como las de nuestro oceanográfico de Valencia, pero en libertad. Según un ideario británico, podemos considerar la la escena con la premier de un ballet acuático singular y un diario británico la comparó con la ninfa de un cuadro prerrafaelista y la “donación de su cuerpo a la ciencia”.
Por otra parte, las belugas de nuestro oceanográfico de la ciudad de las artes viven una vida alegre hasta cierto punto.
En enero de 2009 fueron papás lo que
supondría una alegría inmensa. Pero el gozo duró poco. La joven e
inexperta mamá Yulka no se prestó a alimentar el bebé y la
alimentación artificial no dio resultado por lo que el beluguita
falleció a las 25 días. Pero según un informe de “ecologistas en
acción” recogido asimismo en ecocéanos
ya desde cinco años antes, junio de 2004 se observa un
comportamiento especial en el macho, que algun psicólogo clínico
calificaría claramente de “depresivo”. Como guía de turismo voy
hasta tres veces a la semana a este acuario y Kairo se mantiene
“justo a la entrada, flotando de cara a la pared, no se mueve,
levemente la aleta caudal en algunas ocasiones, y así pasa las horas
y los días.” Esta descripción la he comprobado decenas de veces.
Dicen que el oceanográfico lo achaca a su avanzada edad. La hembra
por su parte se mueve en círculos constantes, gira su hermosa cara
hacia el cristal para saludar a los niños y guiña el ojo a las
cámaras.
¿Qué opinas?¿Le afectó más al papá
Kairo la pérdida del bebé beluga? ¿O añora los espacios abiertos
del Mar Blanco de Rusia donde jugaría con Natalia Avseenko? ¿Tú
qué harías?
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